La inducción miofascial o liberación miofascial es una
terapia dirigida a las fascias del cuerpo e inderectamente al resto del aparato
locomotor y también al resto de estructuras y vísceras.
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Andrzej Pilat, creador de la técnica. |
Y qué
es la fascia?
La fascia es un tejido conectivo, con gran contenido en
colágeno, que envuelve todas las estructuras del cuerpo: músculos, huesos,
articulaciones, vísceras, estructuras nerviosas y vasculares, protegiéndolas y
manteniéndolas en una posición determinada, dándole al cuerpo la forma que
tiene: la forma no la determina la estructura ósea, como se pensaba antes, si
no la fascia, ya que el cuerpo se
basa en el principio estructural de tensegridad: característica que exhiben determinadas estructuras,
cuya estabilidad depende del equilibrio entre fuerzas de
tracción y compresión. Para explicarlo, mejor
una imagen que mil palabras:
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Observad como se mantine esta estructura por el aire sin que sus partes sólides contacten entre sí. |
En
comparación a estas estructuras, en el cuerpo humano los "palos" serían
los huesos, y las gomas serían las fascias, ligamentos, tendones,
cápsulas, etc.
Pero no solo a este nivel observamos estructura de tensegridad, desde la célula ya se establece este sistema:
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Observese la red entamada que mantiene la estructura celular. |
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Células |
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Imagen a microscopio de la estructura de la célula |
Se podría comparar la estructura del sistema fascial con la de una naranja, donde la pulpa rellena los compartimentos formados por la estructura de la corteza de la fruta.
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La naranja no tiene huesos, sin embargo su estructura es sólida. La corteza y la estructura de los compartimentos que envuelven la pulpa, podría compararse con la estructura fascial en el cuerpo. |
Al sacar
la pulpa, observamos que la forma de la fruta se mantiene intacta, conservando
la forma original de la naranja.
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Aqui vemos una naranja deshidratada, es decir: sin pulpa, y sin embargo su estructura se mantiene: sigue teniendo forma de naranja. |
La fascia presenta el
aspecto de una “telilla” que envuelve, a modo de abrigo, pero su importancia va
más allá de lo que su apariencia pueda mostrar, ya que: es soporte, protección,
integridad, sostén, amortigua, es zona de fijación de otros elementos, nutre a
los tejidos, es responsable de la coordinación hemodinámica junto con el
sistema linfático y vascular, y da equilibrio al organismo cohesionando todas
la estructuras, y al mismo tiempo que las separa en
compartimentos, las une entre sí formando una red por todo el cuerpo en
solución de continuidad, de ahí que una lesión en una parte de la fascia puede
causar alteraciones en otras zonas distantes a través de las compensaciones que
hace el cuerpo para recuperar su equilibrio y mantener sus principios de
economía y no dolor.
Realiza también otras
funciones complementarias como son la ayuda en los procesos bioquímicos a
través de las actividades del líquido intersticial, regulación de la
homeostasis, la ayuda en la preservación de la temperatura corporal, y en el
saneamiento de las heridas (produciendo colágeno).
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fascia cubriendo un músculo |
El colágeno (proteína que forma fibras flexibles pero
resistentes), del cual se forma casi al completo la fascia, puede sufrir
acortamiento y cuando determinadas fuerzas actúan sobre él. La acción de estos
“traumatismos” (golpes, intervenciones quirúrgicas, vicios posturales, o
alteraciones emocionales) producen que la fascia pierda la elasticidad que le
otorgaba el colágeno, apareciendo restricciones en la movilidad de las fascias
que desembocan en alteración de la función y aparición de dolor.
Cómo
duele la fascia?
La disfunción miofascial tiene unas características
determinadas: suele ser un dolor sordo y difícil de ubicar y describir y que
con frecuencia es más intenso por la mañana, apareciendo con una cierta rigidez
al despertar que va mejorando durante el día; se acompaña de dificultad para
conciliar el sueño y para mantenerlo, fatiga e incluso con tendencias atópicas.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEihT2LoMo7CTHtz1GDJZJReLyOM1aRRoFthKzuQ1ZpxBSU6R0S5LpzrXG-rY57GZs0qloO_n2TRlAIeR-8sU3HiwoEKZgSyH3KW6PBXQb7StEZT6Lq1BW6ky-7em0idMQsiWMp28v9Nn8kh/s1600/Fascia_intext_seenotes.jpg)
Cómo
se trata la fascia?
Las técnicas miofasciales buscan liberar las
restricciones que no dejan al colagéno presentar su verdadera estructura. Éste
es capaz de volver a su forma líquida y maleable original mediante fuerzas
externas, en concreto mediante fuerzas mantenidas de compresión y/o tracción.
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Técnica superficial: deslizamiento en forma de "J" |
Existen técnicas superficiales y técnicas profundas. El
paciente lo percibirá como una presión suave de las manos del fisioterapeuta
(esto se debe que situamos el contacto para realizar la técnica sobre las
fascias más superficiales, situadas a nivel subdérmico) y que se mantiene fija
durante un determinado tiempo, imprescindible para inducir esos cambios en el
colágeno. Este contacto firme del terapeuta va a generar una respuesta fascial,
que el terapeuta va a “seguir” a fin de mantener el contacto con la estructura,
y puede estar acompañada de ligeros movimientos, sensaciones de hormigueo,
aumento de la respiración, aumento de la frecuencia cardiaca, … No es raro que
algunos pacientes más “sensibles” a este tipo de técnicas refieran “sensaciones
anímicas” tales como alivio, nerviosismo, miedo, llanto, risa, paz, o
recuerdos, por ejemplo, ya que el sistema límbico (gestiona las respuestas fisiológicas
ante estímulos sensoriales) también puede llegar a ser estimulado durante la
técnica, ya que reacciona muy velozmente (y sin mediar estructuras cerebrales
superiores) con el sistema endócrino y el sistema nervioso autónomo (o
vegetativo).
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Técnica profunda: Manos cruzadas |
La terapia miofascial permite realizar un tratamiento
de manera global, en toda la estructura y no solo en la zona dolorosa del
paciente, de modo que no “parcheamos” los dolores si no que intentamos
erradicar su origen.
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